
VUELVE CASA ATLÁNTICA A MADRID
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A nadie le va a sorprender que en Mar de Frades manifestemos nuestra predilección por las tonalidades azules, como la de nuestras botellas o las que se observamos en el cielo o en el mar. Hay algo en ese color, muy poco frecuente en la naturaleza, que despierta una fascinación en muchas personas. Sobre todo si hablamos de piedras preciosas.
Aunque el color es una característica muy variable hablando de gemas, es cierto que las que presentan con frecuencia tonos azules suelen estar entre las más deseadas del mundo. Hoy os hablamos del color azul en las piedras preciosas, una rareza natural. Comencemos con la más sorprendente de ellas: la tanzanita.
Pensamos en el Kilimanjaro, nos recreamos en su visión, y descubrimos que muy cerca de él se hallan las tanzanitas, unas gemas azules consideradas las más escasas del mundo. Proceden del mineral zoisita y tienen una tonalidad violeta cautivadora. Llegan a alcanzar precios elevadísimos debido a la poca cantidad existente de estas piedras, incluso se cotizan más que los diamantes.
Descubiertas por un miembro de los Masai, inicialmente se pensó que se trataba de un zafiro de gran pureza, pero tras analizarse en un laboratorio de gemología, se determinó que se trataba de una nueva piedra preciosa, nunca hallada. En la naturaleza tiene color marrón, siendo necesario someterla a altas temperaturas para que muestre sus tonalidades azuladas.
Como curiosidad, fue la mítica casa Tiffany&Co donde comenzó a comercializarse esta esta gema con el nombre de Tanzanita, en referencia al país donde se encuentra la única mina de donde se extrae. Anteriormente se había conocido como “Blue Zoisita”, un nombre que se acabó descartando por su parecido fonético a “suicidio azul” cuando se pronuncia en inglés.
Zafiros, destellos azules
El zafiro forma, junto con el diamante, el rubí y la esmeralda el cuarteto de piedras preciosas más conocidas. Quizás es la primera que nos viene a la mente cuando pensamos en gemas azules, aunque existen zafiros de otros colores, incluso blancos. Los zafiros azules más famosos proceden de las minas de Cachemira, entre India y Pakistán, situadas a más de cuatro mil metros de altitud sobre el nivel del mar y actualmente casi todas cerradas.
Geodas
Una geoda es una cavidad rocosa recubierta de cristales, una de las más llamativas es “La Emperatriz” hallada en Uruguay, conformada por amatistas de un color violáceo. Mide más de tres metros de altura y pesa más de dos toneladas, siendo un ejemplar único en el mundo. Tras su hallazgo en una mina hace algo más de una década, fue vendida a un museo de gemas australiano, donde puede visitarse en la actualidad.
La amatista procede del cuarzo y fue utilizada ya en el Antiguo Egipto y en estos momentos se considera piedra semi-preciosa debido a su abundancia en el mercado.
Aguamarina y Topacio
El nombre ya nos anticipa la tonalidad azul verdosa que frecuentemente se observa en esta piedra, que recuerda al mar. La presencia de hierro en su composición se traducirá en una menor o mayor intensidad azulada. Las minas de Aguamarina se sitúan en los Urales y en el estado de Minas Gerais (Brasil).
El nombre de “topacio” alude probablemente a una isla del Mar Rojo. Se trata de un mineral que al someterlo a una fuente de calor comienza a mudar su tonalidad marrón, tal y como se encuentra adherido a la roca madre, en otra azul, mucho más apreciada por los coleccionistas de gemas. También puede ser incoloro, con lo que el parecido con el diamante se acentúa. Esta similitud ha causado grandes confusiones, como por ejemplo, cuando fue engarzado en la Corona Real Portuguesa creyendo que era un diamante de gran tamaño.
Lapislázuli y Turquesa
A diferencia de las anteriormente nombradas, la turquesa y el lapislázuli son piedras opacas y con cierta porosidad. La turquesa suele presentar un color azul al que acabó por dar nombre. Mientras que el lapislázuli tiene un veteado característico debido a las incrustaciones de hierro y pirita que suelen aparecer al extraerlo. Llama poderosamente la atención cuando en un museo vemos el azul intenso de algunos cuadros pintados en la época medieval, pues este azul ultramar se obtenía de moler esta piedra semi-preciosa. Hasta el siglo XIX no se consiguió emular el color de este pigmento de otra forma.
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