
VUELVE CASA ATLÁNTICA A MADRID
El Atlántico no solo se contempla, también se vive. Y del 26 al 29 de junio,...
Al ingresar a este sitio, aceptas nuestros aviso legal, y reconoces que has leído y entendido nuestra política de cookies y política de privacidad.
¿Qué hace que un vino sea distinto a los demás? ¿Dónde se esconde la diferencia principal entre un vino correcto y otro sorprendente, valiente, atrevido? La respuesta nunca es fácil, ni hay una única contestación. Crear una marca icónica es cuestión de paciencia, de tiempo, y también de valentía. Nunca llegar a la cima costó poco, y por eso, el camino, a veces pedregoso y lleno de dificultades, es una combinación de episodios y lances que jalonan la trayectoria de una bodega en su incesante objetivo de alcanzar la excelencia enológica.
El de Mar de Frades es posiblemente un caso paradigmático. Nacer y permanecer en un idílico entorno no es más que un extraordinario y ventajoso punto de partida. Ni más, ni menos. Pero para llegar a donde otros no llegan, es necesario hacer cosas que los demás jamás se atreverían a hacer. De ahí la valentía de encerrar esa esencia de Albariño en una icónica botella azul, o la de incorporar la etiqueta termocrómica en su frontal, señalando su momento óptimo de consumo.
Decisiones pioneras que marcan la personalidad de un vino que en realidad esconde su camino desde sus inicios, en el propio viñedo. Un paraje insólito, rodeado de eucaliptos frente a la Ría de Arousa, que embellece con su brisa atlántica los rigores de la privilegiada climatología gallega.
Un lugar donde la Albariño se muestra con plenitud, y donde gentilmente se pasea hasta llegar a la bodega, símbolo de tradición moderna, de vanguardia inconquistable. Es allí donde el resultado de varios meses de trabajo se transforma en un amable elixir inaccesible para paladares no exigentes, y donde la secreta y callada labor enológica da por fin sus frutos.
Fresco, innovador, exótico, diferente. Un vino, hecho de atlántico, que muestra su poderoso sello con atrevimiento, exhibiendo una arrolladora personalidad, convirtiendo a un vino icónico en algo inalcanzable.